La Corrupción, mal ejercicio del poder


La corrupción es el producto de la degradación de los valores sociales, es también una tergiversación del buen uso del poder.

En un aparte del documento; Ética, economía y democracia, notas para un debate de Armando Di Filippo, encontramos que "Los derechos humanos no respaldados por una contrapartida de obligaciones y responsabilidades voluntariamente asumidas (especialmente por aquellos que detentan poder) son meros espejismos retóricos (o “unicornios”, según la ironía de McIntyre). Si las obligaciones de aquellos que detentan poder institucionalizado en las sociedades democráticas se asumen en la vida social, entonces son poderes “bien” utilizados. Es por este camino como, en democracia, se puede vincular socialmente el concepto de poderes humanos con el concepto de obligaciones humanas."

Si tratamos de comprender bien este argumento teórico, nos daremos cuenta que la corrupción no es otra cosa que un mal ejercicio del poder, pues como bien se dice en este concepto; cuando los que ostentan el poder olvidan sus principios éticos y anteponen sus intereses a los del bien común, no hacen otra cosa que romper el equilibrio que permitiría una adecuada relación entre el poder y las obligaciones que como seres demócratas deberían practicar. Por qué traer a colación la palabra "democracia", porque las personas que ostentan poderes institucionales de alguna índole, generalmente son elegidas para estar allí por la sociedad, la cual espera que su elección se vea bien representada en estas personas, sin embargo la realidad es otra; y volvemos nuevamente al concepto desconfianza social, donde ya no confiamos en el otro y entre todos generamos una descomposición social de valores que no nos permiten ejercer control sobre las actitudes corruptas que hoy embargan nuestro país.

Es totalmente despreciable la problemática social que ha generado este flagelo dentro de nuestra sociedad. Día tras día se hace más fuerte; y lo peor es que pocos movimientos y estrategias se avisoran para detenerlo. Hoy, a vísperas de una nueva campaña política, ya comenzamos a ver como algunos candidatos comienzan a mover sus fichas y sus prebendas para comprar el poder, humillando a quien se deja comprar; generalmente por necesidad, y preparándose desde ya para sumirnos en nuevos períodos de desatención y engaño social. ¿Qué se puede esperar de quien compra conciencias a la hora de gobernarnos? La respuesta es en verdad desesperanzadora, teniendo en cuenta que estamos en un contexto social donde no aprendemos, donde elegimos siempre a los mismos, y donde poco nos interesa lo que pase, porque ya estamos acostumbrados a que nadie nos garantice nuestros derechos.

Para concluir con esta nueva reflexión, debemos observar que lo anteriormente planteado es aplicado a todo nivel de poder. Siempre hay alguien que mueve sus mejores fichas para alcanzarlo sin importar lo que tenga qué hacer y a quién afecte. La corrupción tiene una relación directa con el poder, es el afán por tenerlo lo que conlleva al olvido de los principios éticos. El poder puede compararse con la peor de las drogas, siempre hay un afán por conseguir más, genera adicción, al punto de volvernos aves rapaces que siempre están esperando la más mínima oportunidad para comerse a su víctima. Siempre y cuando la sociedad no retorne a sus principios y aprenda a ejercer sus derechos y obligaciones, no tendremos esperanza de dejar de ser esas víctimas.

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